viernes, 24 de octubre de 2008

Poema capicúa o palíndromo.

Formar una cantidad capicúa, requiere únicamente que se tenga un sentido de simetría desarrollado de forma básica, pero encontrar el desarrollo progresivo de cómo se originan un conjunto de cifras que guardan relaciones innegables de simetría es más complicado, y es sencillo entender que existen capicúas que se pueden obtener a partir de los dígitos de las filas sucesivas del Triángulo de Pascal luego que se ve una ilustración o se lee alguna interpretación, y se logra saber con facilidad que estos palíndromos no son distintos a las potencias de once. Pero la creación, de una serie a partir no de números, sino de letras es sin duda un trabajo más complicado, si se considera que las palabras están formadas por letras que serían el equivalente en términos de posiciones a los números, y varios número forman un cantidad que por sí misma ya puede ser capicúa, y una palabra en sí misma también puede serlo, más sin embargo, es necesario saber que la naturaleza palindrómica de una palabra es producto de la forma en que están ordenado los códigos de numeración, así como también hay una correspondencia similar en cuanto al orden predispuesto para los números. Pero lograr una frase que sea una palíndromo, ya no se debe únicamente al carácter del código o registro-ya sea numérico o verbal- sino que es consecuencia del dominio de las reglas que rigen a cualquiera de éstos en una correspondencia recíproca con la creatividad. Es por eso, que este texto, merece ser leído. No pierdan de vista el año al que se atribuye la creación de este poema.


Arde ya la yedra,
la moral, claro, mal.
No deseo yo ese don,
la tomo como tal.
No traces en ese cartón,
la ruta natural.

Arde ya la yedra,
la moral, claro, mal.
Amad a la dama,
la ruta natural.
¿Ávida de dadiva?
La tomo como tal.

Arde ya la yedra,
la moral, claro, mal.
¿Osar ropa por raso?
La tomo como tal.
¿O sacáis ropa por si acaso?
La ruta natural.

Arde ya la yedra,
la moral, claro, mal.
Átale, demoníaco Caín, o me delata.
La tomo como tal.
¡Ya... atar al raedor, y rodear la rata... ay!
La ruta natural.

AUTOR: Julio González Cabillón

1991

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